“Después de cuatro minutos cincuenta y dos segundos, hizo crujir la noche bajo su puño. Él era el campo, era la tierra seca, era el horizonte tenso de la pampa, era el olor de los caballos, era el sonido del cielo del verano, era el zumbido de la soledad, era la furia, era la enfermedad y era la guerra, era lo contrario de la paz. Era el cuchillo y era el tajo. Era el caníbal. Era una condena. Al terminar golpeó la madera con la fuerza de un monstruo y se quedó allí, mirando a través de las capas del aire hojaldrado de la noche, cubierto de estrellas, todo fulgor. Y, sonriendo de costado –como un príncipe, como un rufián o como un diablo–, se tocó el ala del sombrero. Y se fue”, relata la periodista Leila Guerriero, en el libro Una historia sencilla, publicado en 2013. Este fue uno de los pasajes que más me interesó, debido al tono poético y la variedad de descripciones utilizadas.
El libro trata sobre el Festival Nacional del Malambo, en Laborde, Argentina, el descubrimiento por parte de la periodista de este fenómeno y de esta tradición, y la historia de Rodolfo González Alcántara, su travesía para competir en este concurso.
Pienso que lo más destacado periodísticamente está en el hallazgo del tema y el protagonista a investigar, un hombre sencillo, que en principio no parecería tan atractivo. Así lo describe en la contratapa del libro: “Este libro cuenta la más difícil de las épicas: la épica del hombre común”.
A partir de notas de diarios y columnas, Guerriero se interesó en este festival y viajó hasta el lugar. Allí conoció al protagonista y decidió asumir el reto de seguir a este competidor en la preparación para la siguiente competencia, un año después.
Para Guerriero fue un desafío aprender sobre el malambo, cómo se baila, su vestimenta y comprender la magnitud de este festival. Se encontró con momentos de tensión incómodos debido a la intimidad que compartió con el protagonista del libro, pero priorizó la historia y su riqueza.
