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El triunfo del viru viru

21/10/2019

Al presidente Mujica no le gusta que los jóvenes estudien periodismo. Tampoco ciencias de la comunicación o humanidades, en general.

“No se puede sacrificar oleadas de jóvenes que inocentemente van a estudiar Ciencias de la Comunicación. No se puede construir algo sólido si no se hace en derredor de las matemáticas y las ciencias”, dijo Mujica en 2010 en la ceremonia de asunción del ministro de Educación, Ricardo Ehrlich. Y agregó que Uruguay debía fortalecer el desarrollo de las disciplinas científicas en lugar de continuar dando “bombo” a “un país de viru viru”, en referencia a las humanidades.

Aquellas declaraciones no fueron casualidad. En 2011 Mujica insistió en el punto en un discurso que pronunció en el Foro de Innovación de las Américas en el LATU. “Somos afectos a las letras y a todo lo que es viru viru”, lamentó entonces.

Poco después, una noche en que el presidente estaba comiendo en el bar La casa del Whisky, en la esquina de Uruguay y Rondeau, dos estudiantes avanzadas de periodismo de la Universidad ORT Uruguay vieron la oportunidad de hacerle unas preguntas. Quienes acompañaban al presidente les dijeron que preguntas no, pero si querían podían tomarse una foto con el Pepe. Las estudiantes aceptaron, pero tras retratarse con el mandatario comenzaron a preguntarle. Mujica se sorprendió y les preguntó a ellas:

—¿Qué estudian ustedes?

—Periodismo.

—¡Sáquense eso de la cabeza! No pierdan el tiempo. Estudien ingeniería —les respondió el presidente.

Tal parece que Mujica quisiera un Uruguay sin periodistas.

Si ese país existiera, imaginemos cómo hubiera sido esta semana. Todos habríamos asistido a la televisación en directo del remate de los aviones de Pluna. Habríamos visto por TV como “el señor de la derecha” levantaba la mano y compraba las aeronaves en 137 millones de dólares. Luego nos habríamos enterado, a través de distintos voceros involucrados, que el “señor de la derecha” se llamaba Antonio Sánchez, que representaba a una compañía aérea europea llamada Cosmo y que había adquirido los aviones para organizar vuelos chárter en Europa Oriental y otras lejanas tierras.

Con el paso de las horas, y gracias a algunos obreros del viru viru, nos fuimos enterando que nada de eso era cierto.

Foto de tapa de El Observador, 4 de octubre del 2012 (fotógrafo: Diego Battiste).*

Primero un fotógrafo de prensa de El Observador retrató en una comilona al supuesto comprador español con el ubicuo empresario rioplatense Juan Carlos López Mena y el ministro de Economía, Fernando Lorenzo.

La versión oficial del negocio comenzaba a desmoronarse.

Unas horas después, otros periodistas, esa gente que pierde el tiempo e impide el despegue del Uruguay, esta vez de radio El Espectador, descubrieron que el señor Antonio Sánchez en realidad se llama Hernán Calvo y que fue durante años un empleado de alta confianza de López Mena. El negocio verdadero quedó en evidencia: la realidad no tenía nada que ver con el discurso oficial.

Ese es el mundo que quiere el presidente Mujica y tantos otros poderosos del mundo: de Berlusconi a Chávez, pasando por todos los que se te ocurran. Un mundo donde nadie pueda cotejar las mentiras verdaderas que se arrojan sobre el pueblo, un mundo donde se puede reescribir el pasado a piacere, y redactar el presente a gusto de sus dueños, mientras el pueblo se traga las mentiras por TV. Un mundo donde los que mandan dicen cómo son las cosas, y no se admiten preguntas. Si querés podés sacarte una foto con el Pepe.

Ahora, porque todavía existe el periodismo profesional, sabemos que el negocio no fue como decían que era, y que los aviones no los compró el “hombre de la derecha”. Lo que no sabemos todavía es para qué fueron necesarias tantas falsedades y ocultamientos. Quizás, con suerte, algún día lo sabremos. Lo que es seguro es que esa información no nos llegará de boca del gobierno, ni de la oposición, ni de las empresas involucradas. No nos ayudarán en este caso los grado cinco de matemáticas y física, tan importantes y necesarios, sin ironías. La verdad, o una versión más cercana a la realidad de los hechos, nos llegará otra vez de la mano de un investigador social o de un periodista. El denostado, menospreciado, ridiculizado y atacado viru viru.

No es casualidad que pocos días atrás, casi en forma simutánea, la presidente de Argentina, Cristina Fernández, y el propio Mujica hayan declarado que el periodismo independiente no existe. Para Mujica esto del periodismo independiente es un “invento”.

Véalo de esta manera, señor presidente: el invento funcionó esta semana.

Por suerte.